Mariquita
Mariquita nació acuosa y liviana como una
lagartija. A Mariquita le gusta llevar los zapatos negros
de boda. Le gusta caminar con las manos abrazadas a la espalada y le gusta tararear
cancioncillas en el silencio de las calles, como un duende redondeado que
averiguara el porvenir del universo entre el trajín de sus pies ligeros. Nació
con la sonrisa de una niña pequeña y la mirada minúscula. Así permanece. Intacta
al paso del tiempo, indemne al poderoso flujo que destilan los pueblos para
ocultar a sus seres brillantes. Mariquita se crió aferrada a las piernas de su
madre para no perderse entre el tumulto de los mayores que la acariciaban como
una reliquia rosada. Y se mantuvo así
hasta que aprendió a articular pequeñas palabras y a dibujar gestos panorámicos
con los que conciliar las miradas de otros niños que la observaban como un ser
extraño.
Cuando sus padres, Rosa y Serafín, detectaron
que la pequeña María estaba siendo engullida por una de las enfermedades
más terribles y extrañas en los años de la
posguerra, la meningitis, decidieron librarla de la oscuridad en la que otros
niños quedaban presos y aceptaron sin inconvenientes compartir con ella su mundo
de abrazos menudos y gestos inciertos. Quizá por eso Mariquita desarrolló muy
pronto un sentido extraordinario por la gratitud y la calma. Mariquita creció entonces con el sosiego de
las plantas y aunque alejada de los primeros juegos, luego reveló lo que a ella
le gustaba. Le gustaba cuidar de los niños, le gustaban los Reyes Magos y los
collares suntuosos y brillantes. Mariquita siempre está en silencio cuando mira
por la terraza. Hay veces que se le oye lavar a escondidas su ropita blanca y
otras recitar cancioncillas de niños que trepan por los naranjos para marcar
sus nidos en la temporada. Cuando alguien le saluda su sonrisa se ensancha y
entones inventa historias apresuradas. Inventa que ha ido al colegio a recoger
a los niños de Maria Encarna o que ha estado en el velatorio de una vecina que
murió porque estaba mala. Mariquita inventa mundos diminutos porque tienen las
medidas exactas para su entendimiento de niña pequeña con cabellos de plata.
Cuando Mariquita vino al mundo, en Sierro prepararon hojaldres y suspiros con
almendras blancas. Hay mucha gente que dice que cuando nació se encendieron las
chicharras.


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