Manual de los días sin rumbo




Las primeras luces dejan ver la silueta de las manos arrugadas de estrujar la ropa endurecida. En su mirada encendida hay cierto anhelo por la calma y una especie de rencor prolongado y dulce. La sonrisa leve y el rastro del amor adormecido entre sus huesos. Mira al techo como si vigilara el rumbo constante de los astros y entonces resopla con el brío mecánico de los animales. Rellena un cazo con los restos de un culo de agua y reaviva el fuego de la chimenea con una patada precisa. La mesa es amplia. Hay restos de comida. (ver más en Stories)

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